Reivindiquemos diciembre
Por María Dolores Fernández Pazos
Lic. en Nutrición. Más acerca de: María Dolores Fernández Pazos
Un buen mes para comunicar y enseñar a la gente a vincularse de forma sana, rica y atractiva con la comida.
Todos los años, al llegar diciembre, y a veces unos días antes también, comienza una etapa en donde los profesionales de la nutrición parecieran ganar terreno: “el terror de las fiestas” y por qué no, del verano también...
Pareciera ser que nadie puede salir ileso de este mes, donde se nos juntan cierres de año, despedidas, juntadas con amigos y familiares y…sumado a todo esto, ¡LAS FIESTAS! Y, como si eso fuera poco, también empieza el verano, por lo que muchos “ya no llegan al verano” y se frustran enormemente.
¡Qué locura, ¿no?! ¿Les parece que reflexionemos juntos sobre algunos puntos? Les comparto algunos pensamientos
El verano…que las olas se lleven la culpa y el viento la sensación frustración
Seamos sinceros, el verano es una estación más del año. Se distingue, tal vez, por sus altas temperaturas, que nos llevan a usar ropa más liviana y que deja ver más un poco de nuestros cuerpos. También, en algunos casos, la gente toma vacaciones en la playa, en la montaña, en la ciudad…y eso implica ponerse un traje de baño (de más está decir que no hace falta irse a ningún lado para usarlo).
¿Por qué existirá ese miedo al traje de baño? ¿Quién nos habrá hecho creer que sólo los “cuerpos hegemónicos” pueden usar bikinis o mallas enterizas, short de baño largo/corte o el traje de baño que cada uno elija? Todos llegamos al mundo con un “envase” distinto, y eso no nos hace más o menos aptos a usar ropa cómoda y funcional, ¡que no te engañen!
La sociedad actual lentamente empieza a expresarse al respecto, y generar más conciencia: “Del cuerpo de otro no se opina”. Pero aún hay mucho que trabajar y deconstruir. Incluso para aquellos que nos animamos a decirlo y promulgarlo, ya que probablemente, entendimos la importancia de ello, pero aún tenemos que deconstruir otro montón de conductas adquiridas o pensamientos automáticos.
Como nutricionista, sueño con el día que, llegando los meses de septiembre/octubre, la gente deje de llegar al consultorio con esa frase que me hace tanto ruido: “necesito llegar al verano”. ¿Si no logramos el cuerpo que queremos implicaría que no llegamos? Muchas veces pienso, internamente, que pareciera que esa persona está luchando contra algo terminal, como si el verano sin un cuerpo perfecto fuera el fin. Loco, ¿no? ¡Y cuántas personas lo viven así! ¡Cuánta gente no se suma a un día de quinta/pileta/playa/río por no mostrar su cuerpo! Y con cuánta liviandad ciertas personas siguen opinando de los cuerpos ajenos, sin que se les pida opinión.
Me gustaría una promoción de “UN VERANO SALUDABLE”. Como primera pauta pensaría “Vive y deja vivir”. Capaz así no explotarían nuestros consultorios en los meses de septiembre-diciembre y podríamos trabajar en una relación más saludable con la alimentación durante todo el año. No se trata de hacer dieta para llegar al verano, se trata de aprender a comer de forma saludable para vivir mejor.
Ya decía Hipócrates en su conocida frase “Que tu medicina sea tu alimento, y el alimento tu medicina”. Nuestra alimentación es transversal a todo lo que sucede en nuestras vidas, lo bueno y lo no tan bueno. Todos los días tenemos la posibilidad de decidir, en el mejor de los casos, si lo vamos a usar a favor o no. ¿Y por qué no aprovechamos siempre esta oportunidad que se nos presenta, cuando podemos? Considero que puede haber distintos factores. Nombremos algunos:
• Los hábitos adquiridos: muy difíciles en ciertas oportunidades de modificar. Sobre todo, cuando nos convencen de que todo es simple y mágico con determinados métodos.
• La falta de educación alimentaria poblacional: lamentablemente, la nutrición no es algo que se enseñe en las escuelas… ¡y eso que todos comemos!
• La falta de flexibilidad: pareciera que hay una postura bastante absolutista. O comés bien, o comés mal. Entonces, si un día comes mal, ya tiraste al tacho todo lo bueno que habías hecho. Esto debemos desterrarlo. Toda conducta que logremos cambiar, es un paso adelante. Sin embargo, debemos entender que un tropezón no es caída…y es parte del caminar.
• La infoxicación: tanta información disponible a veces genera escenarios muy confusos. Es muy importante aprender a informarse de fuentes confiables.
Sumado a eso, escuchamos siempre que “comer sano es aburrido/caro/poco sabroso”. ¿Será tan así? Tal vez en este punto, los profesionales de la nutrición debemos asumir parte de la culpa. Años de restricciones poco fundamentadas y planes de alimentación con poca variedad, así como cuadros indicando qué comer cada día, sin explicación que le dé autonomía a la persona que lo sigue para hacer intercambios y consultantes que siguen ese mismo cuadrito por años...
La fusión y el trabajo conjunto de las disciplinas es fundamental para salir de este círculo. El intercambio de nutricionistas, médicos, tecnólogos en alimentos, ingenieros agrónomos y profesionales gastronómicos, entre tantos otros profesionales de la alimentación, permite un abordaje mucho más amplio. Nos da herramientas para poder diversificar, con el conocimiento suficiente, la alimentación que le sugerimos, los profesionales, a la gente que nos consulta y, de esta forma, el consultante, con esa diversidad y amplitud alimentaria seguramente tendrá más adherencia a la propuesta y mayor disfrute. Sólo así, podremos convencernos que nuestras elecciones alimentarias nos ayudan a vivir mejor y más sanos. No delgados, SANOS. La corporalidad es otro tema.
Por último, también es necesario dejar de lado la campaña del miedo relacionada con los alimentos. La gente se aterroriza con ciertos macronutrientes o determinados alimentos que “son veneno”. Todo alimento/producto alimenticio disponible, debe cumplir las normas exigidas en el Código Alimentario Argentino, quien nos asegura -a través de sus normas- la inocuidad de los mismos. Por supuesto, existen alimentos y productos alimenticios de mejor calidad y otros de menor calidad nutricional, pero eso no significa que sean veneno. Es importante saber cuáles elegir para todos los días y cuáles dejar para ciertas ocasiones.
Las fiestas
Como ya dijimos, en la última parte de diciembre, llegan las fiestas. ¡No nos da tregua diciembre!
De la mano de las fiestas desembarcan con paso muy firme también las propuestas milagrosas: “Desintoxicate de los excesos de estas fiestas” o “25 pasos para no engordar en las fiestas” o “cómo sacarte de encima los kilos que subiste en las fiestas y poder ponerte la bikini”. Sumado a ello, las propuestas de diversas conductas compensatorias que tanto daño hacen a extensas poblaciones vulnerables y que naturalizamos todos los años.
Y entonces, reflexionemos algunos puntos relacionados a este tema también. ¿Me acompañan?
• Es cierto que las fiestas no son la última comida que haremos en la vida (en el año sí, pues el 31 de diciembre cerramos con una de esas comidas el año en curso 😉). Eso nos llama a meditar si realmente tenemos que comprimir en una o dos comidas, todas las recetas favoritas que no hacemos durante el año, esperando hacerlas en las fiestas. Por ejemplo, el pan dulce -si bien es típico de la época- podríamos freezarlo en porciones e ir comiéndolo de a poco, no hace falta terminarlo. Las garrapiñadas o pasas de uva con chocolate, las conseguimos todo el año. ¿Por qué no podemos comer vitel toné durante el año también? Seguro el peceto nos sale un poco más barato que en “temporada alta”.
• Por otro lado, estamos hablando de 4, máximo 8 comidas principales (almuerzo y/o cena) de las 730 comidas que podríamos hacer en el año. Esto, para quienes les gustan los números, es tan sólo un 0.5 a 1% de las comidas del año. ¿Realmente sería el fin del mundo si no logramos seguir una conducta saludable?
• Tengamos en cuenta también que las fiestas son un momento especial para muchos. Para algunos, muy placentero y esperado y, para otros, no tanto o todo lo contrario. Las emociones tienen una cuota importante en lo que comemos y cómo lo comemos. Podemos proponernos prestar atención a esto, para ver si nos ayuda a mejorar nuestras elecciones o conductas alimentarias.
• Y, por último, algo que es fundamental destacar. Las fiestas permiten recuperar la comensalidad. Reunir una familia o grupo de personas en una mesa y compartir el acto de comer en sociedad. Esto es algo que, hoy en día, está un poco perdido. El placer de sentarnos juntos, conversar y compartir “el pan” es algo que siempre deberíamos celebrar. Además, disfrutar de los alimentos, de su preparación y hasta de su decoración en la mesa es otro plus. Es una vinculación saludable y positiva con alimentos. ¿Realmente queremos desaprovechar esta oportunidad como nutricionistas de enseñar a la gente a vincularse de forma sana, rica y atractiva con la comida? ¿Podríamos proponernos usar estos momentos para hablar de calidad y disfrute en la misma oración? Es un momento ideal para trabajar en educación alimentaria y en la progresiva eliminación de la culpa por disfrutar la comida. Los alimentos son amigos, no enemigos. Tan amigos que, si los aprendemos a conocer y combinar, ¡nos harán quedar como reyes en las cenas o almuerzos de nuestras fiestas y encima nos mantendrán sanos!
Entonces, a modo de cierre y esperando que compartan con nosotros sus reflexiones sobre el tema, sería bueno proponernos todos pensar para este diciembre en curso, nuevas estrategias para arrancar el verano más felices y para disfrutar nuestras fiestas. ¿Les parece? Vamos por un 2024 con más salud física y mental y con menos sentimientos de culpa, mensajes que hay que tratar de dejar en enviar y reemplazar por otros más apropiados a transmitir.