Las noticias científicas en la era de la desinformación y la viralización en redes sociales
Traducido, resumido y adaptado por el equipo de redacción y comunicación de InfoAlimentos para aquellos profesionales de la ciencia y la salud interesados en temas de divulgación científica y comunicación.
El siguiente texto está tomado del artículo de Heidi J. Larson: Profesora de Antropología, toma de decisiones y riesgo en la ciencia, en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres. Original publicado en la Revista Nature el 16 de octubre de 2018. https://www.nature.com/articles/d41586-018-07034-4
¿Estamos frente a una nueva pandemia?
Viajemos en el tiempo. Octubre, 1918. El mundo enfrentaba una pandemia de gripe. Aproximadamente 500 millones de personas fueron infectadas, entre 50 y 100 millones murieron, el equivalente al 3% de la población mundial en esos tiempos.
Regresemos a 2018. Un siglo después, pocos recordamos esos tiempos. Gracias a las vacunas, los brotes de gripe son menos frecuentes y los médicos jóvenes desconocen ciertas enfermedades (como la polio, la difteria, entre otras). Sin embargo, estos hechos del pasado parecen estar siendo olvidados. La antropóloga Heidi J. Larson predice que estamos frente a la posibilidad de un nuevo brote de ciertas enfermedades cuyo origen no está en la falta de tecnologías para prevenirlas, sino en un factor mucho más difícil de abordar: la desinformación; que despierta miedos infundados, contagia emociones, da forma a la percepción pública y se viraliza rápidamente por redes sociales y otros medios.
Si bien Larson en su artículo se concentra en el caso de las vacunas, su análisis puede trasladarse al caso de diversas tecnologías que hoy están bajo la lupa: la biotecnología agrícola, la pasteurización de la leche, las tecnologías de conservación y procesamiento de alimentos, son algunos ejemplos.
Para poder frenar esta escalada de desinformación, llevar tranquilidad a la sociedad y rescatar el valor de la “buena ciencia” vs. la “mala ciencia”, Larson propone primero conocer cuál es el origen de la desinformación y cómo se viraliza, para luego abordarla y frenar su escalada.
Los niveles de desinformación
Larson plantea que existen 4 niveles de desinformación:
El primer nivel, y el más dañino, es la “mala ciencia”. Profesionales con credenciales médicas y científicas difunden noticias que despiertan miedos infundados o exagerados. Este nivel involucra y afecta a la comunidad científica toda (la que hace “buena ciencia” y la que hace “mala ciencia”). La “mala ciencia” se lleva a cabo principalmente a través de:
• estudios metodológicamente incorrectos,
• publicaciones en revistas científicas prestigiosas que luego son retractadas y
• procedimientos éticamente incorrectos.
El segundo nivel, y también muy dañino por el poder que tiene de propagar la desinformación y por sus posibles efectos colaterales, se origina en la oportunidad que encuentran ciertas personas y/o instituciones para hacer algún tipo de negocio y obtener un rédito financiero:
• vender libros (u otros materiales),
• desarrollar y ofrecer nuevos productos y
• crear y ofrecer nuevos servicios.
El tercer nivel involucra la política. Partidos políticos, grupos de interés, organizaciones no gubernamentales y otras instituciones, ven una oportunidad de plantear un debate con el fin de polarizar a la sociedad y ganar adeptos o seguidores a su causa. Sus mensajes suelen ser muy efectivos porque apelan al lenguaje emocional y mezclan contenidos con otros temas de interés social y cultural con los cuales sus seguidores son afines.
El cuarto nivel son los “super propagadores” o “viralizadores” de información (según Larson “super spreaders” en inglés). Estos actores pueden ser no claramente identificados (trolls), o sí (influencers, instagramers). Se manejan con los códigos de las redes sociales y ven en temas controversiales una oportunidad para sumar seguidores a sus redes, incrementar el número de “me gusta” (“likes”) en sus publicaciones, generar debates online y poner en agenda sus temas interés.
¿Qué hacer?
Ante este escenario, la comunidad científica se ve ante el desafío y la responsabilidad de comunicar con el fin de llevar tranquilidad a la gente, responder a sus preocupaciones y prevenir los efectos que el rechazo a ciertas tecnologías pueda tener en nuestra vida cotidiana.
Para abordar y frenar la escalada de desinformación, Larson sugiere que una sola estrategia no funciona, sino que se requieren múltiples modos de abordaje. Los materiales educativos y de divulgación sirven, pero son limitados porque, lo más interesante que plantea Larson es que, usualmente los agentes de salud fallan en su comunicación al enfocarse en comunicar lo que ellos desean promover (cuentan “SU” historia) en lugar de responder las preocupaciones de la gente, abordar sus consultas y calmar sus miedos.
Larson cuenta en su artículo una experiencia exitosa y un modo de abordaje: la campaña de comunicación, dirigida en redes sociales, en Dinamarca e Irlanda para promover la vacunación contra el virus del papiloma humano (VPH) en niñas. La estrategia en este caso fue enfatizar el riesgo y contar historias reales de familias que perdieron seres queridos por esta enfermedad. Resultado: Entre 2017 y 2018, los índices de vacunación crecieron un 6%. (https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0140673618308547?via%3Dihub)
En resumen, una sola estrategia no funciona, particularmente en aquellos que son fuertemente escépticos. Larson enfatiza entonces que toda estrategia debe incluir escucha y participación activa (listening and engagement, según sus palabras en inglés). De lo contrario, la investigadora predice que estaríamos frente a la posibilidad de nuevas epidemias y brotes de enfermedades; lo cual es alarmante, si continúa expandiéndose la desconfianza a tecnologías aplicadas en ámbitos tan claves y sensibles como son salud y alimentación.
Foto de introducción: rawpixel on Unsplash